jueves, 15 de septiembre de 2016

Retrato-Identidad


Gillem Duran. 
Retrato - identidad
“El ser y la nada” es la cuestión más compleja que nos podamos plantear. Con el retrato se intenta tocar el tema pero casi siempre queda frívolo y se presentan caras impersonales. Para salvar la dificultad intentamos enfocar varias preguntas que emanan del “ser”: el rostro, el nombre, el alma, la identidad y la calidad de la propuesta que hace del retrato una obra poética.

El ser
El ser se mueve en un mundo reducido, acoplado a su entendimiento. Su contexto es el lecho donde se mecen sus pensamientos y sentimientos. En ellos deposita su razón de existir y agradecido a la vida o no, puede viajar con la mente. Entre la luz creativa, liberadora, puede sentir como los ojos traspasan la oscuridad de lo enigmático, donde los bosques duermen entre las manos y el oscuro yo se une a las estrellas lejanas. En el mejor de los casos el ser es un hermoso poema, un verso enamorado que deja su testimonio para los demás.
El rostro
El rostro no es el retrato del ser, es la envoltura de un universo espiritual.
Una cara es el reflejo de un instante, las contingencias de luz que regala el mundo.
El rostro es la máscara de los mil seres que habitan dentro de cada nombre.
Nombre
En el nombre está el reconocimiento, sin él no existe nada.
En los bordes de la ribera el agua ha depositado su voz, allí queda oculta entre sus pliegues calcáreos. Fue arrancada a pedazos de la roca madre, separada violentamente de la montaña, después la hizo rodar por la pendiente hasta redondear su rostro. Había millones como ella, ahora duerme en la ribera y no tenía identidad. La nombro “Serena”: desde este momento ya sabemos quién es.
El alma
Estamos “animados” de lo contrario tendríamos el pensamiento de las piedras. Estamos “alentados”, de lo contrario seríamos comida para gusanos en un instante. Tenemos pensamientos y sentimientos de lo contrario para qué escribo esto.
Hay mucho de nosotros en el juego de las complicidades estéticas; si no, cómo podríamos sentir interés por "El triunfo de la muerte", donde Pieter Brueghel el Viejo. 1562, muestra la aterradora llaga que supura el alma humana.
Identidad
No existe nada más venerable, luminoso, conmovedor y expectante que la danza de los electrones uncidos al núcleo. En su eterno y efímero ritual hacen giros pareados, avenidos o enlazados para formar un átomo. Todo el principio sosegado del universo es su obra y a todo lo que nos rodea le impone su ritmo. Es una cópula incansable de creación ilimitada que define la identidad del todo. Entregado al amor de la luz, fundido con ella y cambiando su identidad entre partículas y ondas, su existencia se hace solemne, mayestática y poderosa; es una revelación al producirse el acto de creación. 
Conclusión
Ya tenemos dispuesto el ser en la tribuna de los inocentes, expuesto y enmarcado el rostro, alzado sobre sus zapatos, maquillado con textos sólidos, pero el contenido de su obra es algo que se escapa y se confunde entre el discurso de su mente y aquello que necesita el mundo. Allí queda conformado para ser visto por fuera, pero su rostro queda oscuro e indefinido por dentro.

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