Gillem Duran.
Retrato - identidad
“El ser y la
nada” es la cuestión más compleja que nos podamos plantear. Con el retrato se intenta
tocar el tema pero casi siempre queda frívolo y se presentan caras impersonales.
Para salvar la dificultad intentamos enfocar varias preguntas que emanan del
“ser”: el rostro, el nombre, el alma, la
identidad y la calidad de la propuesta que hace del retrato una obra poética.
El ser
El ser se mueve
en un mundo reducido, acoplado a su entendimiento. Su contexto es el lecho donde
se mecen sus pensamientos y sentimientos. En ellos deposita su razón de existir
y agradecido a la vida o no, puede viajar con la mente. Entre la luz creativa, liberadora,
puede sentir como los ojos traspasan la oscuridad de lo enigmático, donde los bosques
duermen entre las manos y el oscuro yo se une a las estrellas lejanas. En el
mejor de los casos el ser es un hermoso poema, un verso enamorado que deja su
testimonio para los demás.
El rostro
El rostro no es
el retrato del ser, es la envoltura de un universo espiritual.
Una cara es el
reflejo de un instante, las contingencias de luz que regala el mundo.
El rostro es la
máscara de los mil seres que habitan dentro de cada nombre.
Nombre
En el nombre está el reconocimiento, sin él no existe nada.
En el nombre está el reconocimiento, sin él no existe nada.
En los bordes de
la ribera el agua ha depositado su voz, allí queda oculta entre sus pliegues
calcáreos. Fue arrancada a pedazos de la roca madre, separada violentamente de
la montaña, después la hizo rodar por la pendiente hasta redondear su rostro.
Había millones como ella, ahora duerme en la ribera y no tenía identidad. La
nombro “Serena”: desde este momento ya sabemos quién es.
El alma
Estamos
“animados” de lo contrario tendríamos el pensamiento de las piedras. Estamos
“alentados”, de lo contrario seríamos comida para gusanos en un instante.
Tenemos pensamientos y sentimientos de lo contrario para qué escribo esto.
Hay mucho de
nosotros en el juego de las complicidades estéticas; si no, cómo podríamos
sentir interés por "El triunfo de la muerte", donde Pieter Brueghel el Viejo. 1562, muestra la aterradora llaga que supura el
alma humana.
Identidad
No existe nada
más venerable, luminoso, conmovedor y expectante que la danza de los electrones
uncidos al núcleo. En su eterno y efímero ritual hacen giros pareados, avenidos
o enlazados para formar un átomo. Todo el principio sosegado del universo es su
obra y a todo lo que nos rodea le impone su ritmo. Es una cópula incansable de
creación ilimitada que define la identidad del todo. Entregado al amor de la
luz, fundido con ella y cambiando su identidad entre partículas y ondas, su
existencia se hace solemne, mayestática y poderosa; es una revelación al producirse
el acto de creación.
Conclusión
Ya
tenemos dispuesto el ser en la tribuna de los inocentes, expuesto y
enmarcado el rostro, alzado sobre sus zapatos, maquillado con textos sólidos,
pero el contenido de su obra es algo que se escapa y se confunde entre el
discurso de su mente y aquello que necesita el mundo. Allí queda conformado
para ser visto por fuera, pero su rostro queda oscuro e indefinido por dentro.
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